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Aprender a desencajar

Me llevó 28 años y recorrer muchos caminos para entender que desencajar es todo un arte. Requiere de mucha destreza, sigilo y hasta algo de humor para no perder la fuerza en el camino; y es que a pesar de ser un acto cotidiano, por lo menos en mi caso, hay que ser todo un artista para salir bien librado de la obra. Con el paso del tiempo desencajar pasa de ser considerado como un acto de irreverencia para ser un acto de altanería y hasta de mala educación.
En casa siempre fui la “princesa”, criada como si el mundo fuera una película de Disney tuve el castillo, el caballo, los vestidos, las joyas, la educación, la jaula de oro y hasta el carruaje. Un día me fui y descubrí algunos “peros” y es que las princesas no deben tener acento, son más pequeñas y frágiles, menos contestonas, no pueden ser aventureras y no conocen de independencia pues siempre tienen alguien para que les haga todo. Sin olvidar lo más importante y es que cuentan con que aparezca un príncipe azul para que las rescate de este terrible y cruel mundo.
Luego vino la universidad y con ella el peso de que las niñas lindas son brutas, que la gente de “provincia” tiene menos mundo y que al parecer algunos pasatiempos como bailar tango o modelar nos encasillan en roles que pesarán en otros para definirnos.
Acto seguido llegan las anheladas experiencias de vivir fuera del país y con ellas el estigma de haber nacido en la tierra del afamado Pablo Escobar y la fantasía de que los colombianos traemos cocaína siempre en nuestro equipaje; además, si eres mujer súmale la muy compleja responsabilidad de ser “Latina”, digo compleja porque quienes me han visto saben que sin tener que hablar, soy fácilmente cuestionada en esta materia; muy a pesar de sentirme identificada con una mujer del Pacífico colombiano y tener un corazón y alma afro descendiente.
En la etapa del matrimonio llegan nuevas expectativas como “ser una buena esposa”, crear una familia, ser buena hija, hermana y amiga, establecer un hogar y como esposa Milenial tener experiencia laboral, maestría, trabajo bien remunerado, adoptar una mascota, “ser fit”, no envejecer, saber cocinar recetas saludables, manejar el estrés, tener balance entre la vida espiritual laboral y familiar, estudiar, verse bien, viajar y ser madre joven porque para muchos la forma más adecuada para una mujer de dejar un legado es dar a luz.
Sentirse perdido, desconocer la premura del tiempo, no tener un modelo a seguir, caminar sin rumbo, emprender rutas que no llevan a ningún lugar, no llenar nunca el traje, caminar en zapatos de otra talla ( modelos ustedes saben de que hablo hahahaha), en fin… tener esa constante sensación de empezar de cero una y otra vez sin encontrar nunca esa tribu, ese lugar donde la gente es por fin real, genuina, luchan por descubrir qué es la vida, la viven, la sufren y la disfrutan porque la recorren sin saber a dónde los lleva. Un lugar donde no existen máscaras que al usarlas nos hagan sentir “parte de”, un lugar donde la receta del éxito no es más que un juego de letras pues no existe tal cosa como una receta adecuada.
Ese es mi viaje, mi lucha, mi recorrido y mi proceso de aprender a desencajar y sentirme plena por ello. Cuéntenme cuál es el suyo ? Escríbanme que a mí me encanta leerlos 💕
N-Talia.
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Natalia Jiménez Aristizabal,  marzo 2019 –  © Mozzafiato

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