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MEMORIAS DE UN VIAJE NO CATEGORIZADO

MEMORIAS DE UN VIAJE NO CATEGORIZADO

Hace algunos días un amigo me invitó a participar de un proyecto escribiendo para la sección de estilo de vida. Lo primero que me vino a la cabeza es: ¿Qué es estilo? busco en el diccionario y la definición es algo así como una serie de elementos que caracterizan algo. Me pregunto: ¿qué elementos definen mi vida como para categorizarla en un estilo particular? Tal vez un poco de todos y de ninguno, me gusta el arte, la historia, la fotografía, la paz, la naturaleza, la aventura, el amor, la soledad…en fin, a veces todos, a veces ninguno.

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Recordé la famosa frase de Coco Chanel: “La moda se pasa de moda, el estilo jamás”, y entendí lo evidente, no puede pasar lo que eres, porque está allí y se queda para definirte, esta vez no aplicado a la moda sino a la vida. La vida para mí, es un viaje, que se va retratando en un diario ya sea con palabras, ya sea con recuerdos o simplemente plasmados en una foto. Cada día, cada experiencia es una nueva página. Así que bienvenidos al diario  de una chica con un estilo no categorizado. La página de hoy, relata el diario de un viaje.IMG_7591 (1)

Viajeros hay de muchos tipos, los hay gastronómicos, culturales, los que van a tomar fotos, los que buscan aventuras, los de experiencias, los compradores, los de lujos y excesos, los de carencias y así sucesivamente. Infinidad de lugares para visitar, cada uno con un atractivo peculiar para cada tipo de viajero. En esta ocasión mi viaje me llevó, en medio de un paseo familiar, a descubrir en una pequeña ciudad encallada en el marco de la cordillera: montañas, lagos, naturaleza, desierto, sol picante, aire frio, arquitectura colonial, pasado marcado por la conquista española, nombrada en mi país sin embargo, no la más popular para visitar.

Inglés, japonés, portugués, alemán y francés son los idiomas que escucho al salir a caminar por la plaza mayor. ¿Cómo es posible que un lugar escasamente conocido en Colombia tenga tantos visitantes de diferentes partes del mundo? ¿Cómo es posible que un “pueblito” tenga una gastronomía tan desarrollada? Me dispersé entre las artesanías y me enamoré de la decoración y la energía que cada pequeño almacén me transmitía.

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Perderse en la profundidad del azul de un pozo en medio del desierto, cerrar los ojos y volver a nacer entre el polvo y el aire en un día soleado. Devolverte a la niñez en un paseo en cuatri-moto, recordar de dónde venimos y hacia dónde vamos al ver un fósil de más de 100 millones de años de existencia. Disfrutar de una comida fusión al son de música brasilera en vivo. Volver a enamorarse mirando la luna y disfrutando una copa de vino local. El espíritu bohemio y jovial definitivamente hacen parte del encanto de Villa de Leyva.

Tomé fotos, abracé a mi familia, sonreí, sentí, viví y hasta soñé. Vi pasar a una novia en un carruaje antiguo halado por un hermoso alazán en medio de un camino de piedras con una mirada que reflejada la gran proeza de estar cumpliendo un sueño. Imposible capturar tantos elementos en una foto cuando veía a los asiáticos tratando de capturar cada momento. Imposible recordar cada detalle cuando escuchas a unos brasileros hablar bien de la cuidad. Alemanes haciendo deporte, músicos franceses vendiendo su arte. Colombianos tomándose una cerveza en la plaza con sus amigos.

Todos  de diferentes edades y en diferentes planes pero allí escribiendo una parte del capítulo de sus vidas, para algunos con impacto, para otros una experiencia más. Un crisol de vivencias que por un momento detuvieron el paso del tiempo. Tan centrados en el día, que hasta te olvidas del mañana. Y es que ir a un pueblo es eso, una experiencia mágica de llegar a un lugar congelado en el tiempo, que a pesar de ser impactado por la globalización y sus ventajas, conserva su esencia en medio de tanta diversidad y oferta.

Recordé la acertada frase del desasosiego de Fernando Pessoa: “Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Y sí… ahí esta uno buscando lo que es en cada respiro, en cada mirada, en cada palabra. Enmarcado en el paso del tiempo. Esperando descubrirse en el algún punto del camino, con la esperanza de no perderse en medio del proceso, con la satisfacción de haber tenido la oportunidad de escribir una página, de sentir, de experimentar, de recordar…

Me pregunto: yo regresé a escribir esto. ¿Qué habrá pasado con todas las historias de cada persona que me crucé en este lugar? Historias que cruzan fronteras, viajan en el tiempo, no tienen edades, todas tan distintas y tan parecidas, historias segmentadas, unas de moda y otras no tanto, historias que se van para no volver y otras que regresan. Historias que expresan, sienten y transmiten.

Historias que se adaptan a cada estilo de vida, el suyo, el mío o el que sea. Porque todo depende de los ojos con que se vea. De la persona, del lugar, y hasta del tiempo. Yo ya conté una historia, anímese usted y cuéntenos la suya.

 

 

Natalia Jiménez Aristizabal, Abril 2014 – Mozzafiato Copyright

 

 

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